miércoles, 8 de julio de 2015

Objetivo fijado


Reflexiones de Tréimul:


Te propones algo. Hay algo que no es tuyo y quieres que lo sea: una persona que te descoloca, una meta en la vida o un sueño que siempre has tenido. Desde ese instante, tú y tu objetivo están conectados por una línea imaginaria. Ya es tuyo, y sólo depende de ti que deje de serlo. Es tuyo desde que decides ir a por él, no desde que lo consigues. Lo has conseguido desde el momento en que te propones hacerlo tuyo y lo pierdes desde que le haces caso a esa excusa que te pones a ti mismo, desde que escuchas esas voces de fuera que te dicen que estás loco, o desde que tropiezas con ese obstáculo del camino y luego pasas de levantarte.

Desistes porque piensas que es muy difícil, pero no te confundas. No es que sea difícil, sino que tú no tienes las suficientes ganas. Cuando hay ganas, cualquier dificultad es poca para ti. Mandas a callar esas voces interiores y exteriores que te dicen que no sigas, apartas de un guantazo cualquier obstáculo que se meta entre tú y tu objetivo, aprendes que si algo te frena en el camino no eres digno de alcanzar tu destino. No es exceso de dificultad, es déficit de motivación. 

Y si tu objetivo consiste en ser el mejor en algo y te encuentras con una dura competencia, no es porque hayas tenido menos talento que los mejores, es porque los mejores tuvieron más motivación que tú, porque es la motivación la que hace al talento. 

Hay personas con objetivos exigentes que duermen, que van a fiestas, que hacen vida social y que se ponen a ver series. Después se sienten mal porque ahí siguen teniendo su objetivo sin cumplir y conforme pasa el tiempo se rinden a la par que se sienten inútiles o se excusan culpando al mundo para proteger su autoestima. Luego hay personas con una obsesión capaz de eclipsar todas las áreas de su vida en pos de invertir todo el tiempo en la consecución de su objetivo. Tienen los cojones de sacrificar lo que eran por lo que serán. 

Es precisamente esa obsesión la que marca la diferencia entre estos dos tipos de personas, la intensidad con la que desean cumplir su propósito. Y es esa obsesión la que va forjando su talento a cada paso que dan, la que les hace resistir cualquier golpe por duro que sea, la que les enseña a convertir cualquier no en un sí y la que les muestra alguna manera de superar cada obstáculo cuando parece que no hay forma de seguir avanzando. El mundo es el que no hallará la manera de frenarlos. Los obsesionados no ven obstáculos porque ellos son el obstáculo. 

Si has querido algo y no lo has conseguido, deja de sentirte mal. No es que seas un inútil, es que no lo deseaste lo suficiente. 

jueves, 2 de julio de 2015

Felicidad, ¿dónde estás?


Reflexiones de Yedubel:


Hoy vengo a recordarte algo que a menudo olvidamos. Si tu meta es ser feliz y estás continuamente enfocando tu atención en lo externo a ti, o cambias de meta o cambias de enfoque. 

El verdadero origen de la felicidad está en la aceptación de uno mismo, por eso la felicidad empieza en nuestro interior y a través de nuestra personalidad la exteriorizamos. ¿Qué pasa a la inversa? Que si buscamos el origen de la felicidad en algo externo, como un piropo, un coche o un iPhone, y a través de nuestra necesidad la interiorizamos, nos daremos cuenta de que esa "felicidad" se desvanece al instante. 

¿Te diste cuenta de la diferencia? Lo que exteriorizamos es felicidad y lo que interiorizamos no es felicidad, sino necesidad, una necesidad que, como decía mi buen amigo Crávindon, una vez satisfecha, deja de provocarnos emoción. Por eso te dura tan poco esa "felicidad" que buscas fuera, y como te dura tan poco, por eso la sigues buscando una y otra vez inútilmente yendo, ojo, no de felicidad en felicidad, sino de necesidad en necesidad.

Estás buscando ese sentimiento al que llevas tanto tiempo aspirando en el lugar equivocado. La felicidad no es conseguir cosas, es disfrutar de las cosas. Acuérdate de esa mañana en la que te levantaste con una sonrisa inexplicable y lo primero que te dieron ganas de hacer fue poner música y bailar. Acuérdate de esa conversación profunda con esa persona que acababas de conocer en la que estuviste más pendiente de mostrarte tal y como eres que de intentar agradar y por eso salió todo tan bien. Acuérdate de buscar la felicidad en ti porque ese es su hogar. Ahí estará siempre, y si te empeñas en buscarla fuera, lo que verdaderamente estás haciendo es cerrándole la puerta para que no salga. Te estarás olvidando de lo único que te va a acompañar desde tu nacimiento hasta tu muerte: de ti mismo, de ti misma. Y eso es lo más injusto de todo. ¿Y cuál es el castigo por ello? Una pesada sensación de vacío de la que está el mundo lleno.

Hazme un favor. O mejor varios. Acéptate sin preocuparte de que te acepten. Ten claro lo que te gusta a ti y no lo que le gusta a los demás. Conócete para que luego puedas darte a conocer. Imagínate siendo la mejor versión de ti en cada momento. ¿Te imaginas la felicidad que sentirías? Pues ahora ya sabes dónde buscarla.

No he terminado. Sé que sonó bien como final de discurso, pero no lo es. No lo es porque ahora te he recordado dónde buscarla, pero se te volverá a olvidar. ¿Sabes por qué? Porque vives en una época en la que te rodea una sociedad consumista que te convence de que lo importante es aparentar de cara a los demás, te incita continuamente a que prestes atención a lo de fuera hasta que acabas despegándote de ti mismo llegando a tal punto en que piensas que ya no sabes ni cuánto te conoces. ¡Normal! Tanto postureo es lo que tiene. 

Ya no muestras quién eres porque se te ha olvidado, te has olvidado a ti mismo. Ahora muestras un "yo" construido socialmente y a gusto de la mayoría porque, total, ahora buscas la felicidad en lo externo. Cuando te sientes medianamente bien crees que eso es la verdadera felicidad porque ya eres incapaz de sentir la misma felicidad pura que sentías en la infancia. Te has hecho mayor y has caído en las redes del deber, de lo correcto y de lo formal. Ya no te gusta despeinarte ni ensuciarte la ropa. Ahora crees que lo que sientes al recibir 100 me gusta en una foto es felicidad. Como te has olvidado de definirte, buscas esa definición perdida en los demás. ¿Qué te ha pasado? Pregúntatelo. ¿Eres realmente feliz así? Si la respuesta es sí, los que hacen dinero contigo te lo agradecerán. Te han convencido bien de que la felicidad está en lo externo a ti, y la prueba de que no lo está la puedes comprobar por ti mismo en esos frecuentes cambios de humor que tienes. Así te disfrazan de felicidad eterna lo que en realidad es necesidad pasajera, y así se aseguran de que vayas de necesidad en necesidad. Por eso les conviene que cambies de humor frecuentemente y por eso te motivan a que vivas de una manera que te condena a seguir viviendo en ese ciclo. Te despersonalizan para que nades a favor de su corriente y en la misma dirección que las demás personas, cada vez más parecidas entre sí, cada vez menos parecidas a sí mismas, cada vez más lejos de volver a sentir auténtica felicidad. 

La despersonalización es como un virus tremendamente contagioso. Se transmite a través del trato cercano, las palabras y las costumbres. Por eso entiendo que se te acabe olvidando dónde buscar la felicidad, viviendo entre tanta gente vacía que te habla de lo difícil que es la vida, de lo guapas que están las llantas que se compró o de lo que desayunó ese día Cristiano Ronaldo. Y luego, de repente, te topas con alguien feliz que no te pregunta qué estudias o en qué trabajas, sino que te suelta cualquier chorrada que te saca una risa, que te cuenta sus historias con alegría y que se interesa por las tuyas, ese tipo de personas que te hacen volver a conectar contigo mismo y te recuerdan dónde tienes que buscar. 

Habrás encontrado la felicidad cuando seas tú quien le recuerde a otros dónde buscarla.